La mujer sale del
juzgado junto a su representante. Sabe lo que le espera allí afuera. Se
prepara, tuerce la cara esperando el embate periodístico. Y tal cual lo imagina,
sucede. De repente la invade un enjambre de informadores que la picanean mientras
ella intenta caminar, la picanean con cinco, diez, doce micrófonos. Todos ellos
anhelan una declaración, una palabra, aunque sea un gesto.
Y lo único que escucha
dentro de esa sopa de preguntas y confusión de voces es: Justicia, asesino,
hija, juez, sentencia.
Lo cierto es que está
cansada y mientras trata de esquivar a la muchedumbre carnívora, carroñera y desalmada,
su mirada se cruza con la de un joven muchacho:
- ¿Señora, está satisfecha
con el fallo? – Pregunta con frialdad.
La mujer asiente levemente.
El joven, no conforme
con la primera declaración, arremete:
- ¿Siente que su hija
descansa en paz?
Ella lo mira, se le
extravían los ojos, se le acristalan. Abre la boca, se conmueve. No está segura
que responder. Calla, piensa dubitativa, pero calla.
Entonces el abogado la
toma por el brazo sacándola de ese estado de reflexión y la introduce en el auto. El vehículo ruge y se pierde con rapidez por las calles de la cruda
ciudad.
Dos semanas después de
aquel día fundamental, la madre de la víctima se levanta de la cama como un
zombie y se sienta frente al televisor. Toma el control remoto. Prende el
aparato, se detiene en un canal de noticias, tras unos minutos pasa a otro,
sorprendida por lo que ve (o no ve) salta a un tercero, y así comienza un
zapping veloz y constante.
Da vuelta una, dos y
hasta tres veces a toda la grilla. Media hora, una hora, ve títulos de las
noticias del día…. ¡Nada! No se la ve en la escuela, en las últimas vacaciones,
en la plaza, el parque, en casa…no hay nada.
- …No hay nada… -
susurra inaudiblemente.
Entonces su rostro
dibuja una mueca. Se emociona y suspira. Aparta la mirada del televisor y
responde para sí:
- Si, ahora descansa
en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario